16 de diciembre | TODOS
«Pues este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos, porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (1 Juan 5: 3-5).
Juan usa con frecuencia el verbo ‘conocer’ en sus escritos. Como ya vimos antes, para la gente de su tiempo (de cultura griega), el conocimiento se centraba en su aspecto teórico, especulativo, deductivo. A través de la contemplación, o pensamiento profundo, los filósofos griegos llegaron a muchas conclusiones, a menudo valiosas pero no siempre acertadas. Como las que extrajo Platón sobre el amor y sobre la amistad, o Aristóteles acerca de la ética.
El «conocer» de Juan es diferente, como lo es el conocimiento bíblico en general. No tiene que ver con la teoría sino con la experiencia. Por eso él dice que conoce a Jesús y, cuando habla del Salvador, escribe lo que vio, oyó y lo que sus manos tocaron (ver 1 Juan 1: 1-3).
Pero en sus días había muchos que decían conocer a Jesús sin haber tenido una experiencia personal con él. El resultado era un paganismo disfrazado de cristianismo. Esas personas intentaban juntar la luz con las tinieblas, y entonces Juan les dice que el conocimiento real tiene que ver con la experiencia y no solo con la teoría. «En esto sabemos que nosotros lo conocemos, si guardamos sus mandamientos». Y añade: «El que dice: “Yo lo conozco”, pero no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él» (1 Juan 2: 3-4).
Cuando una persona ama de verdad a otra, desea verla feliz. Lo mismo sucede en la vida cristiana. Si amas a Jesús y, como leemos en el texto de hoy, eres «nacido de Dios», te deleitará hacer su voluntad. No sentirás sus mandamientos como una carga sino que te «nacerá» guardarlos. Seguirle te hará feliz y el amor creciente derivado de conocerle te hará desear permanecer con él.
En Acción
Al «nacer de Dios», su amor incondicional pasa a ser tuyo. Así amarás cada vez mejor a todos tus semejantes. A fin de cuentas, en esto consiste guardar sus mandamientos (ver Rom. 13: 10). ¡Entrégale la vida a Jesús y te encantará amar! Canta “¿Quién es el que vence al mundo?” (si es posible, con tu familia).