17 de diciembre | TODOS
«Y este es el amor: que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio» (2 Juan 1: 6).
Giovanni se desespera con las incoherencias de su loco corazón. Ama a su esposa. Ella es lo cotidiano, lo estable, lo seguro, y sin embargo busca la aventura, lo desconocido, pasajero y excitante. ¡Triste realidad! Se ha cansado del amor de la esposa y, sin saberlo, corre en busca del dolor y de la culpa. No es feliz. Se siente desorientado y perdido. Cree que Dios lo ha abandonado y que ya no lo ama.
La razón de su ansiedad es que la infidelidad anula en el ser humano la confianza en las promesas divinas. La persona infiel cree que Dios también lo es y, cada vez que piensa en el amor divino, lo hace desde la perspectiva de su propio amor infiel y se pregunta: «¿Cómo puede Dios cumplir su promesa de amarme, si yo no soy capaz de cumplir con el amor que un día le prometí a mi cónyuge?».
El amor humano, por sincero que parezca, está manchado de egoísmo. Pero con Dios las cosas son diferentes. Él nos ama hagamos lo que hagamos. Es su naturaleza, y quiere compartirla con nosotros. Y como nos dice hoy el apóstol Juan, en eso consisten sus «mandamientos», en que nosotros también amemos.
Obviamente, el amor no se puede mandar o exigir, no puede ser fruto de una orden u obligación. Lo que nos está diciendo Juan, y es algo que reitera en sus epístolas, es que no tiene sentido decir que amamos a Dios y guardamos sus mandamientos si no amamos a nuestros semejantes (cf. 1 Juan 4: 20). Si de verdad amamos a Dios y queremos seguirle, eso sin duda se acabará notando en el amor al prójimo que brota de nuestro corazón transformado. Y si no amamos al prójimo, ¡entonces no digamos que amamos a Dios!
En Acción
Reflexiona en el sentido de la palabra ‘mandamiento(s)’ en el versículo de hoy y otros pasajes de las epístolas de Juan. Es importante que evitemos una visión legalista de nuestra fe para ser la luz del mundo que refleja de verdad a Jesús.