20 de diciembre | TODOS

A Dios, nuestro Salvador

“A aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría” , al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y poder, ahora y por todos los siglos. Amén”. (Judas 1:24 y 25)

Judas termina su corta epístola destacando la obra maravillosa de Jesús en favor de sus seguidores. Judas comenzó su carta dirigiéndose a los que perseveran en Jesús (Judas 1). Luego exhorta a los cristianos a evitar a los hombres peligrosos y a mantenerse en el amor de Dios (Judas 21) Y termina con una doxología impresionante que coloca
esperanza y paz en el corazón de los creyentes.

Las personas que se presenten victoriosas delante de la gloria divina en el día final deben ser sin caída y sin mancha. Es un estándar elevado para cualquier ser humano. No se trata apenas de apariencia sino de autenticidad interior. ¿Quién puede alcanzarlo? Pero la esperanza está basada en la promesa “Aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”. Ah, no es obra humana, sino divina. No es la pobre criatura pecadora la que se mantiene sin mancha y sin caída. Es el “’único y sabio Dios, nuestro salvador”.

¿Cuál es entonces la responsabilidad humana? Solo ir a Jesús y vivir con Él una experiencia diaria y constante de compañerismo con Él. Es su fuerza maravillosa la que nos conserva sin caída y sin mancha. El ser humano arrastrado por la naturaleza pecaminosa de la cual solo será liberado en la venida de Jesús, necesita ser consciente de su fragilidad y esconderse como un niño desvalido en los brazos poderosos de Jesús.

No hay salvación sin Cristo. No existe justificación, santificación ni glorificación sin Él. Por eso, la eternidad toda será insuficiente para enaltecer su nombre y decir: “sea gloria y majestad, imperio y poder, ahora y por todos los siglos”. ¿Te gustaría estar entre los redimidos que alabarán a Dios por la eternidad? Ve a Jesús y confía en su poder.