26 de diciembre | TODOS
«Vi descender del cielo otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza. Su rostro era como el sol y sus pies como columnas de fuego. Tenía en su mano un librito abierto; puso su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra» (Apoc 10: 1-2).
El ser humano no puede ver a Dios físicamente sin correr el riesgo de morir. Isaías tuvo una visión del trono divino y exclamó angustiado: «¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey» (Isa. 6: 5). Sin embargo, Juan tuvo varias visiones en las que contempló a Jesús. El texto de hoy recoge una de ellas.
Aquel ser glorioso, indica el apóstol, «tenía en su mano un librito abierto». El relato sigue diciendo que se ordenó a Juan comer el librito y, cuando lo hizo, sintió un sabor primero dulce y después amargo (Apoc. 10: 9-10). La acción de comer, en la Biblia, describe la aceptación de un mensaje para proclamarlo. Eso dice Jeremías: «Fueron halladas tus palabras, y yo las comí. Tus palabras fueron para mí el gozo y la alegría de mi corazón» (15: 16). Al recibir el mensaje, las personas a menudo quedan maravilladas; pero, al proclamarlo, a veces les resulta amargo. Muchos se resisten a él y lo rechazan.
Juan representa a la iglesia remanente, enviada a proclamar el evangelio eterno. El contexto muestra que la visión apunta a una experiencia amarga: basados en las profecías de Daniel, los milleritas pensaron que Cristo regresaría en 1844. Ese mensaje les supo dulce al principio. Pero cuando Cristo no regresó, como esperaban, experimentaron un amargo chasco y consultaron las Escrituras para una comprensión más clara. A pesar del chasco, el ángel le dijo a Juan: «Es necesario que profetices otra vez acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes» (Apoc. 10: 11).
Esta indicación anuncia que en los últimos días habrá un pueblo que se levantará a proclamar el mensaje de la Segunda Venida en relación con las profecías de Daniel y Apocalipsis.
En Acción
Si ya conoces a Jesús, seguramente deseas su regreso y te gustaría compartir la buena noticia con otros. Medita cada día en la Palabra y refuerza tu conexión con Jesús para que, viéndole a él en ti, esas personas también anhelen su retorno.