30 de diciembre | TODOS
«Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado y el mar ya no existía más» (Apoc 21: 1).
¿Por qué crees que este mundo será destruido con ocasión del regreso de Cristo? La razón es que este mundo está completamente desfigurado. Dios nos dio un planeta maravilloso, y nosotros lo convertimos en un enorme basurero ecológico. Él creó seres humanos felices y equilibrados, y nosotros nos convertimos en máquinas enloquecidas devoradoras de placer. Hay guerra donde solo había paz. Hay muerte donde antes reinaba la vida. Es necesario que todo sea destruido para que Dios lo pueda recrear. No se trata de mejorar este planeta, sino de crear un mundo completamente nuevo. Y ahora Juan ve la tierra nueva, sin dolor, sin tristeza, sin enfermedades, ni muerte. El cuadro de la historia humana está completo. En el principio existía un mundo perfecto. Nosotros lo arruinamos, pero Cristo nos amó tanto que vino a buscarnos, salvarnos y restaurarnos.
El profeta Isaías dice que en la tierra nueva los redimidos «edificarán casas y morarán en ellas; plantarán viñas y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite ni plantarán para que otro coma» (Isa. 65: 21-22). ¿Puede haber más justicia social que esta? La lucha entre el capital y el trabajo habrá llegado a su fin. No habrá más explotación del hombre por el hombre, ni lucha de clases sociales.
La violencia también acabará. «El lobo y el cordero serán apacentados juntos; el león comerá paja como el buey […]. No afligirán ni harán mal en todo mi santo monte. Jehová lo ha dicho» (66: 25). Este es el fin de todo y el comienzo de una vida sin fin. El Apocalipsis termina relatando la victoria final de Jesús y de sus redimidos, y la erradicación completa del pecado. Todos los que decidieron seguirlo entrarán finalmente con Cristo en el hogar.
En Acción
Eres especial para Jesús. Él te ama mucho, jamás te dio por imposible, a pesar de los deslices de tu vida. Te espera con los brazos abiertos. Ve a él cada día. Entrégate en sus manos bañadas con la sangre de su gracia. Canta “Vi un cielo nuevo” (si es posible, con tu familia).