31 de diciembre | TODOS
«¡Vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro» (Apoc. 22: 7).
La vida de aquel anciano de cabellos emblanquecidos y arrugas profundas se extinguía como se apaga una vela consumida por el tiempo. Él lo sabía. Lo sabían también los hijos y los nietos que, en aquel triste atardecer, rodeaban la cama del hombre que los había amado e inspirado en los momentos malos y buenos. «Solo os pido una cosa —dijo el anciano, con su voz cascada por los años—, no permitáis que nada ni nadie apague en vuestros corazones la esperanza de volver a vernos cuando suene la trompeta con ocasión de la segunda venida de Cristo». Y se cerraron sus ojos, dejando en la familia la llama viva de la esperanza.
La esperanza del cristiano no es el simple deseo de que suceda algo bueno. Es la certidumbre del cumplimiento de la promesa divina. «La comprensión de la esperanza en la segunda venida de Cristo es la clave que abre toda la historia futura, y explica todas las lecciones del porvenir» (Elena G. White, Carta 218, 1906).
Jesús un día dijo «Vengo pronto» y vendrá. Los cielos se abrirán para dar paso al Rey de reyes y Señor de los señores. Millones de ángeles lo acompañarán y el Señor volverá a la tierra con poder y gloria.
Yo sé que, desde la perspectiva humana, da la impresión de que Jesús se olvidó de su promesa. Mucha gente piensa en la venida de Cristo como una utopía fabricada por la fantasía de personas ingenuas. Pero al ver el mundo que nos rodea —terremotos, tsunamis, guerras, rumores de guerras—, al observar conflictos en el mundo social y político, al comprobar el vacío del corazón humano y la incoherencia de sus intenciones para encontrarle un sentido a la vida, no nos cabe duda de que Jesús viene pronto.
Ese día hombres y mujeres que murieron en Cristo resucitarán para ver al Señor volviendo a reclamar su herencia. Ese día, los que no estén preparados para su venida correrán a los montes y a las rocas a esconderse de la presencia de Jesús.
En Acción
Jesús viene pronto, ¡guarda esa profecía en tu corazón! Es decir, atesórala. Pero, para que algo así sea real, necesitas primero desear su venida. Lo que a su vez requiere conocer y amar al que viene. ¡Hoy también conéctate con Jesús! Canta “¡Ven, Señor Jesús!” (si es posible, con tu familia).