21 de febrero | TODOS

Dios es quien te da el poder

«Y [no] digas en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza”; sino acuérdate de Jehová, tu Dios, porque él es quien te da el poder para adquirir las riquezas, a fin de confirmar el pacto que juró a tus padres, como lo hace hoy» (Deut. 8: 17-18).

Olvidar es morir lentamente, irse poco a poco, perderse en una larga carretera cubierta de neblina. Una vida sin recuerdos es como un álbum sin fotografías, sin vida y sin historia. Todos corremos el peligro de olvidar lo que Dios hizo por nosotros en el pasado. De albergar la idea de que lo bueno que tenemos es básicamente el fruto de nuestro esfuerzo.

Israel no era diferente. Por eso, antes de entrar en la tierra prometida, el Señor le advirtió: «Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios […]; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre» (Deut. 8: 11-14).

El desafío para los israelitas era recordar que todo lo bueno que poseían no era resultado de su esfuerzo, sino de la gracia maravillosa de Dios. Desafortunadamente, cayeron en el pozo inmundo de la ingratitud. Se olvidaron del Creador, creyeron que las bendiciones que disfrutaban les durarían para siempre. ¡Craso error! Años después, los babilonios vendrían, destruirían lo que Dios les había dado y llevarían a sus hijos cautivos a una tierra extraña.

Del pasado solo queda la lección. Dios es el Creador. Nuestra vida le pertenece por entero. Él nos la prestó. Somos administradores de la vida que le pertenece y un día tendremos que rendir cuentas de lo que hicimos con lo que él nos confió. Por lo tanto, acuérdate de tu Dios, de quien fluyen el poder, las riquezas y las bendiciones que disfrutas.

En Acción

Piensa en todo lo que Dios te da pero no seas superficial al hacerlo. Considera que los logros que te atribuyes no serían posibles sin los talentos, la salud y la vida de los que él te dotó. Canta “El que te da poder” (si es posible, con tu familia).