22 de febrero | TODOS

Dios da promesas y consejos

«Si obedecéis cuidadosamente a los mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová, vuestro Dios, y sirviéndolo con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, yo daré la lluvia a vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía, y tú recogerás tu grano, tu vino y tu aceite» (Deut. 11: 13-14).

El desierto. Esa tierra seca por la que Israel, cansado y agobiado, transitó durante cuatro décadas. El suelo árido que lo disciplinó con el látigo del calor y la intemperie. Ese triste paisaje sin lluvia estaba llegando a su fin. La tierra prometida se avizoraba. Raudales de felicidad fulguraban a la vista. Sin embargo, antes de entrar en esa tierra prodigiosa, Moisés les advirtió que Dios cumpliría sus promesas si obedecían al Señor. 

Los seres humanos anhelamos ver cumplidas las promesas divinas. En horas difíciles, cuando la vida implacable golpea y arrecian las tormentas de la adversidad, todos clamamos a Dios. Cuando las olas siniestras del dolor nos cubren de negrura, ¿quién no clama por la misericordia divina? Pero ¿estamos dispuestos a hacer caso a Dios con ese mismo fervor? 

Eso es lo que Dios desea. Él espera que le sigamos como fruto natural del amor. El sargento en el ejército demanda solo obediencia y servicio. Puedes odiarlo en el corazón, pero debes obedecer y servir. Con Dios es diferente. Él nos amó primero, entregó la vida de su Hijo amado para conquistar el corazón del pecador. Le interesa tu amor. Espera que andes con él en una maravillosa experiencia de comunión, «amándolo y sirviéndolo con todo el corazón y con toda el alma». Entonces verás cumplidas sus promesas en tu vida, y llegará «la lluvia a su tiempo», tanto «la temprana como la tardía», con los frutos consiguientes.

En Acción

«Aleja la sospecha de que las promesas de Dios no son para ti. Son para todo transgresor arrepentido» (Elena G. White, El camino a Cristo, pág. 53). Sigue los consejos divinos y verás que son a la vez promesas que siempre se cumplen. Renueva hoy tu pacto de amor con Dios, y tu vida de servicio a él y a los demás será una constante fuente de gozo.