23 de febrero | TODOS
«Cuando entres a la tierra que Jehová, tu Dios, te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones» (Deut. 18: 9).
La cultura es un alfarero que le da forma al barro fresco que tiene en sus manos. Tú eres el barro. La cultura te fascina, te convence y moldea tu manera de pensar y de hacer. Sin percibirlo, te atrapa en sus redes seductoras. Crees que tus convicciones son propias, cuando son simplemente un reflejo de la cultura en la cual vives.
Dios sabía que Israel, rodeado de la cultura cananita a la cual se dirigía, corría el peligro de ser engullido por la manera de pensar y proceder de aquella gente, así que le advirtió frente a imitar a sus pobladores. ¿De qué «abominaciones» habla? Los versículos 10 y 11 de Deuteronomio 18 dicen: «No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos». Seguidamente se presenta una enorme lista de costumbres practicadas por la cultura de aquel país.
La advertencia divina era clara: «No aprenderás». Aprender no es un acto, sino un proceso. Los nuevos conceptos de la cultura van entrando en tu mente de modo imperceptible, como una serpiente astuta que se arrastra, oculta, anónima, camuflada con el medio ambiente. Son modos de vida atractivos, estimulantes y seductores. Aparentemente nada tienen de malo. Son «políticamente correctas». La mayoría de las personas acepta esos conceptos y los sigue. Y si la mayoría camina por ese sendero, nada de errado debe de haber en él, concluyes.
¿Hasta qué punto la cultura en la que habitas debe moldear tu visión del mundo y de la vida? Pablo responde: «No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Rom. 12: 2). Reflexiona en esto.
En Acción
Sé saludablemente crítico, para bien y para mal, con todas las influencias que recibas desde dentro y fuera de tu entorno. Pide sabiduría al Señor para quedarte solo con lo bueno.