25 de febrero | TODOS
«Te pondrá Jehová por cabeza y no por cola; estarás encima solamente, nunca debajo, si obedeces los mandamientos de Jehová, tu Dios, que yo te ordeno hoy; si los guardas y cumples» (Deut. 28: 13).
Moisés se quedó extasiado mirando la llanura. A lo lejos, el sol incendiaba la tarde. Con los ojos cerrados imaginó las tierras rebosantes de vida al otro lado del Jordán, los árboles de majestuosas sombras, las hermosas colinas, los huertos, los cerros y los valles. Aquel paisaje exuberante formaba parte de la tierra prometida por Dios a su pueblo. Además de la promesa de una tierra nueva, estaba también la promesa de que Israel alcanzaría mucha prosperidad.
Muchas de las promesas divinas son condicionales, pero solo porque eres libre para decidir si disfrutarlas o no. Esta es una de ellas. La promesa involucraba victoria y prosperidad, a eso se refería ser «cabeza y no cola», y estar «encima y no debajo». Pero cosechar ese logro requería seguir los pasos que Dios indicaba; de ahí la condicionalidad.
El pueblo siempre reclamó el cumplimiento de las promesas, pero olvidó cumplir la condición y el resultado fue triste. El Imperio babilónico llegó un día, arrasó la ciudad de Jerusalén y se llevó cautivos a los jóvenes hebreos. Las tierras quedaron desoladas y tristes. El suelo lloró a sus muertos, y el pueblo cautivo lloraba en un país extraño. «Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos y llorábamos acordándonos de Sión» (Sal. 137: 1).
Las promesas divinas son fieles porque Dios es fiel. ¡Él nunca falla! Pero muchas de sus promesas vienen acompañadas de una condición basada en respetar nuestra voluntad. No se trata, pues, de un chantaje. Tampoco es un tipo de negociación entre Dios y el ser humano. La promesa es simplemente la descripción del futuro de quienes aceptan vivir una experiencia de amor y de obediencia con Dios.
En Acción
Si la vida no te sonríe en este momento, levanta los ojos al cielo y mira al Dios de las promesas. Él te ama y te hará ver la intangible realidad de gozo detrás del sufrimiento tangible. Canta “Te podrá Jehová por cabeza” (si es posible, con tu familia).