28 de febrero | TODOS
«No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?» (Gén. 39: 9).
Cisterna oscura como la noche. Estanque seco y sin vida. Depósito de muerte, a donde sus hermanos lo arrojaron. Mal sabía José que en el futuro enfrentaría cuevas mucho más peligrosas y mortales, «porque abismo profundo es la ramera, pozo profundo la extraña», escribiría, siglos después, Salomón (Prov. 23: 27).
La esposa de Potifar se acercó con una sinfonía de promesas seductoras. ¿Se sintió José tentado a aceptar sus propuestas? El relato bíblico no dice que él estuviera libre de cualquier deseo humano. Tampoco dice que la mujer fuera fea. Era una insinuación atractiva, y nadie tendría por qué enterarse de nada. Pero su patrón, Potifar, confiaba plenamente en él y lo había nombrado administrador de su casa. ¿Cómo podría traicionarlo?
La razón por la cual José rechazó la tentación no fue el temor al castigo; era la lealtad y la gratitud al jefe, pero sobre todo el amor al Señor. Esto es notorio en la pregunta que formula para mover a reflexión a la mujer. Había entre el Creador y José una experiencia de comunión, ternura y fidelidad. El Señor jamás lo abandonó, a pesar de que el hijo de Jacob pasara por dificultades, y José tampoco abandonó a su Padre de amor, aun en medio de las adversidades.
A la esposa de Potifar no le gustó la negativa del valeroso joven. ¡Qué atrevimiento! ¡Rechazarla, y encima decir que su propuesta era un «gran mal»! Ella no se rindió. Con el orgullo herido, decidió tenderle una trampa. Lo acusó de acoso. Salió gritando a la calle, armó un escándalo y las autoridades colocaron al leal joven en la prisión.
¿Vale la pena ser fiel a Dios? ¿Dónde está el Señor, que no interviene en favor de sus hijos fieles? Son preguntas que perturban, en un mundo donde la justicia, a menudo, no funciona con los que intentan seguir los caminos del bien. No hay, sin embargo, mayor recompensa que la paz del corazón al llegar la noche. Vale la pena tenerlo en cuenta.
En Acción
Lo peor de ceder a una tentación malsana es que luego puedes pasarte toda la vida lamentándolo. Abrázate hoy a Jesús para ser fiel y puro; y, así como José, no entristecer a Dios ni manchar tu conciencia.