4 de marzo | TODOS

El día en que el sol se detuvo y la luna se paró

«Entonces Josué habló a Jehová, el día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas: “Sol, detente en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Ajalón”. Y el sol se detuvo, y la luna se paró, hasta que la gente se vengó de sus enemigos» (Jos. 10: 12-13).

Courtney Stensrud y su esposo aseguran que su pequeña hija de tres años es un «milagro divino». Y no les falta razón. El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) advierte que «los bebés nacidos antes de las 32 semanas tienen tasas elevadas de muerte y discapacidad». Se considera que un niño podría sobrevivir desde las 24 semanas de gestación. Hay casos reportados desde las 22 semanas, pero la bebé de los Stensrud no había completado 21 semanas. 

La bebé Stensrud, según los científicos que publicaron su caso en la revista de la Academia Estadounidense de Pediatría, «podría ser la más prematura sobreviviente hasta la fecha». En otras palabras, un milagro. Los milagros existen. Dios es un Dios de milagros. En el capítulo 10 del libro de Josué encontramos el relato de cómo el sol y la luna se detuvieron para que el pueblo de Israel tuviera tiempo de terminar la batalla contra los amorreos.

Hay mucha gente que cree que la Biblia está llena de errores, porque el sol no se detiene, ya que es la tierra la que gira alrededor del sol. La ciencia puede afirmar que es físicamente imposible que el sol se detenga. Pero Josué dice que Dios hizo que el sol se detuviera en su camino. El versículo 14 de Josué 10 afirma que «no hubo un día como aquel, ni antes ni después de él». El milagro realmente ocurrió e Israel ganó la batalla.

Así como en el caso de la bebé Stensrud y en la experiencia de Josué e Israel, nosotros también somos frutos de los milagros de Dios. Sobrevivimos porque el Señor cumple sus promesas. Ese Dios de milagros es tu Dios. Permítele ser siempre el Señor de tu vida.

En Acción

Como Josué se arrodilló en medio de la batalla para suplicar a Dios un milagro, arrodíllate y pide al Señor que realice el milagro que necesitas en tu vida (no el que deseas, sino el que necesitas; este será el que realmente te ayude).