8 de marzo | TODOS
«Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, a la edad de ciento diez años. Y murió también toda aquella generación, por lo que la generación que se levantó después no conocía a Jehová ni la obra que él había hecho por Israel» (Jue. 2: 8-10).
¡Qué pena! Según el texto bíblico, la generación que vino después de Josué no conocía a Dios. No significa que no hubiera oído hablar de él, ni siquiera que no lo adorase. El ritual religioso continuaba siendo el mismo. Pero la experiencia con Dios no iba más allá del simple ritual. Perdieron el conocimiento de Dios que involucra una experiencia de comunión personal con el Señor. Como la tuvieron Enoc, Abraham, Isaac y José. Como la había tenido el propio Josué, quien condujo al pueblo a la tierra prometida.
Las consecuencias desastrosas de olvidarse de Dios se empezaron a ver muy pronto. Naciones vecinas invadieron sus tierras y los israelitas creyeron que Dios los había abandonado. Entonces «el ángel de Jehová subió de Gilgal a Boquim, y dijo: “[…] No invalidaré jamás mi pacto con vosotros, con tal que no hagáis pacto con los habitantes de esta tierra, cuyos altares debéis derribar”» (Jue. 2:1-2).
Dios nunca invalida su palabra. Somos los seres humanos los que nos olvidamos del Señor y pactamos con las naciones de este mundo, con su cultura y sus costumbres. Y cuando surgen las consecuencias de nuestro desatino, el primer pensamiento que nos sube a la mente es que Dios se olvidó de sus promesas.
Dios desea que mantengamos nuestro pacto de fidelidad con él. Que vivamos en este mundo, pero sin ser de este mundo. Que dejemos una poderosa influencia como legado a nuestros hijos y a las generaciones que nos seguirán. Que seamos capaces de transmitir los valores y principios de su Palabra y de nuestra experiencia con él a las nuevas generaciones. Dios siempre es fiel y cumple su parte. ¿Estás dispuesto a cumplir la tuya?
En Acción
No permitas que Dios deje nunca de ser el centro en tu vida y la luz para tu entorno, allá donde estés. Ora hoy para mantenerte siempre unido a él y a los valores de su Palabra.