10 de marzo | TODOS
«Jehová dijo a Gedeón: “Hay mucha gente contigo para que yo entregue a los madianitas en tus manos, pues Israel puede jactarse contra mí, diciendo: ‘Mi mano me ha salvado’. Ahora, pues, haz pregonar esto a oídos del pueblo: ‘Quien tema y se estremezca, que madrugue y regrese a su casa desde el monte de Galaad’ ”. Regresaron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil» (Jue. 7: 2-3).
Creer que el ser humano no necesita a Dios en un gran error. Sin embargo, este pensamiento parece anidar en nuestra naturaleza. Ya Eva sucumbió a la tentación de ser como Dios y de no necesitar de él. El pueblo de Israel, a lo largo del camino, muchas veces tropezó con la infame idea de que le bastaban sus fuerzas para alcanzar el éxito.
El peregrinaje en el desierto tuvo como propósito enseñar a ese pueblo orgulloso a reconocer su dependencia del poder divino. En este texto, Gedeón iba a enfrentar a los madianitas, un antiguo pueblo originario de Canaán. Gedeón partió para la batalla al mando de 32.000 soldados, pero Dios le ordenó que aquellos soldados fuesen probados antes de partir. En la primera prueba, desistieron 22.000. Muchos otros se echaron atrás en la siguiente, y finalmente solo quedaron trescientos.
Las razones por las cuales fueron probados los soldados fueron dos. La primera, prevenir la insensatez de la suficiencia propia: «Israel puede jactarse contra mí, diciendo: “Mi mano me ha salvado”». Y, en segundo lugar, seleccionar a los que ponían el foco en la misión. Arrodillarse tranquilamente a beber, cuando debían estar centrados en la misión, era sinónimo de negligencia para el servicio.
Trescientos soldados bajo el poder y la bendición de Dios, y con la misión en mente, fueron suficientes para enfrentar al enemigo y derrotarlo. Cuando reconocemos nuestra dependencia de Dios y permitimos que él dirija nuestra vida, no importa cuán grandes sean los desafíos o cuántos estén de nuestro lado. Él nos da la vitoria y nos hace triunfar.
En Acción
Ninguna prueba es insuperable si vas de la mano con Dios. Conforme transcurra tu vida, al echar la vista atrás podrás comprobar cómo tus pruebas te han permitido reforzar la confianza en Dios e impulsar tu crecimiento espiritual.