13 de marzo | TODOS

El levita y hasta dónde llega la maldad humana

«En aquellos días, cuando no había rey en Israel, hubo un levita que vivía como forastero en la parte más remota de los montes de Efraín» (Jue. 19: 1).

Situado en la parte más remota de los montes de Efraín, el levita de nuestra historia, triste, contemplaba el horizonte. Su mujer, después de serle infiel, se había marchado a la casa de sus padres. El corazón le retumbaba escandalosamente, la saliva amarga lo enervaba, el dolor le laceraba el alma.

Existen historias vergonzosas en la Biblia. Capítulos que, desde la perspectiva humana, no deberían haber sido registrados nunca. Pero la Sagrada Escritura presenta un retrato fiel del ser humano, con sus experiencias buenas o malas, sin esconder nada, con el propósito de impartir enseñanzas partiendo de los aciertos y los errores de la gente del pasado.
La sociedad israelita estaba tan corrompida que, una noche, unos hombres abusaron de la mujer del levita hasta matarla. El levita, a su vez, no fue una víctima inocente. Él era el jefe de la familia y debía haber entregado su propia vida para defender a su esposa, pero no lo hizo. De hecho, la entregó cobardemente. Luego, al verla muerta, la descuartizó en doce pedazos y envió cada pedazo a cada una de las doce tribus de Israel con el fin de dar a conocer lo que los benjaminitas habían hecho. El resultado fue la destrucción casi total de la tribu de Benjamín. 

Este abominable episodio es propio de una época sobre la que leemos: «En aquellos días […] cada cual hacía lo que bien le parecía» (Jue. 21: 25). ¿Puedes imaginar la situación de la sociedad, cuando cada uno hace lo que bien le parece? La degradación moral de un pueblo empieza con el alejamiento de Dios. 

La maldad de un pueblo que abandona a Dios no tiene límites. Por eso el Señor llama, invita, insiste en que el ser humano regrese a él. La bendición más grande que un individuo, una familia, una iglesia, una sociedad o una nación pueden tener es aceptar el liderazgo divino y permitir que el Señor sea el centro y la razón de su existencia y de sus actividades.

En Acción

La inseguridad puede hacernos cometer las peores cobardías. Es crucial que hoy decidas reforzar tu confianza en Dios para prevenir que un día tu decisión sea fruto del miedo y no de la fe en el poder divino.