14 de marzo | TODOS
«Rut respondió: “No me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a dondequiera que tú vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios”» (Rut 1: 16).
El sol castigaba con fuerza a esa hora. Por el camino arenoso de Moab a Belén, caminaban tres mujeres tristes. Vestían el luto de la noche. Habían perdido a sus esposos, y en la sociedad en la que vivían las viudas no tenían mucho futuro, a menos que algún pariente del esposo las rescatase. Pero ellas carecían de parientes cercanos, y caminaban con el rostro marcado de dolor y la mirada sin esperanza. Se movían sendero arriba en busca de una tierra mejor.
Repentinamente, la mayor de ellas, Noemí, se detuvo y les dijo a las jóvenes nueras que sería bueno que regresaran a la casa de sus padres. Al menos en Moab había gente conocida, que las podría ayudar.
Una de ellas, Orfa, aceptó y regresó. En cambio, como nos cuenta el versículo de hoy, Rut le respondió a su suegra que seguiría a su lado y unida a su pueblo y a su Dios. Fue una decisión que no dejaba margen de duda. Una identificación social y espiritual. «Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios». Optando por ello, Rut rompió con su pasado de tristeza y muerte, y se proyectó hacia un futuro de esperanza y vida plena.
No es fácil decidir. Mucha gente al leer la Biblia descubre verdades ignoradas y el temor se apodera de su corazón. Empieza la lucha entre la tradición y la verdad, entre la costumbre y la enseñanza divina, entre lo que siempre se hizo y lo que se podría hacer.
Sin embargo, la vida es crecimiento y no existe crecimiento sin dolor. Necesitas sacar los pies de lo que te aparta de Dios y marchar por el camino que él te muestra en su Palabra.
En Acción
Siendo como es un muestra de fidelidad admirable, memoriza el versículo de hoy y Canta “Tu Dios será mi Dios“ (si es posible, con tu familia).