20 de marzo | TODOS
«Entonces Samuel dijo: ¿Acaso se complace Jehová tanto en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a las palabras de Jehová? Mejor es obedecer que sacrificar; prestar atención mejor es que la grasa de los carneros» (1 Sam. 15: 22).
Por el camino polvoriento, regresa el rey y sus huestes victoriosas, satisfechos de haber derrotado al enemigo. Arrastran entre los cautivos al monarca amalecita, vencido y humillado. Debería haber alegría en la ciudad, por causa de la victoria; sin embargo, una nube oscura de preocupación flota en el aire, un sentimiento extraño con sabor de tragedia. No se agitan los arbustos. En el rostro del pueblo no hay alegría. Solo se siente ansiedad y desasosiego. El día se vuelve color de noche, al mismo tiempo que se oye el mugido de los bueyes.
Saúl es el único que parece feliz. Pero el profeta Samuel sale a su encuentro y le pregunta por qué no cumplió la orden de destruir todo lo que había hallado en la ciudad enemiga. El rey razona e intenta explicar: «¿Por qué tendríamos que desperdiciar este ganado, si podemos ofrecerlo como sacrificio a Dios?». La réplica del profeta la tenemos en el versículo de hoy.
Samuel no dijo que los sacrificios no fueran necesarios. El ritual religioso tenía su lugar en la vida del adorador. Pero nada debía sustituir a la obediencia; es decir, a seguir fielmente al Dios que es amor. Por desgracia, la cultura de nuestros días ha hecho prácticamente el centro de su adoración la música y la emoción. Ambas son correctas, pero si no se acompañan de esa fidelidad al Señor son campana hueca que produce una melodía triste.
Las buenas obras, por nobles que parezcan, no sustituyen a la obediencia genuina. Por eso el Señor Jesús dijo: «No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mat. 7: 22).
En Acción
¿Estás dispuesto a dejar que el amor de Dios derrita tu corazón para seguir todos sus consejos en lugar de limitarte a ritos formales para cubrir las apariencias? Canta “¿Qué agrada al Señor?” (si es posible, con tu familia).