23 de marzo | TODOS
«Jonatán dijo entonces a David: “Vete en paz, porque ambos hemos jurado en nombre de Jehová, diciendo: “Que Jehová esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre”. Se levantó David y se fue; y Jonatán volvió a la ciudad» (1 Sam. 20: 42).
La abnegación y el desprendimiento de Jonatán, el príncipe heredero, reverberaban aquel día, de cumbre en cumbre, como si fueran el brillo de un sol de verano. Sentimientos tan frescos y hermosos que parecían un arco de flores, bellos como la luz, límpidos como el cielo azul. Conmovedora nobleza en un mundo de intrigas y egoísmo.
Al mismo tiempo, del palacio del rey Saul salía un rancio olor de cosechas que envejecían en los depósitos. A pesar de la abundancia, era fácil sentir un íntimo aroma de pobreza y abandono. Pobreza del alma. Abandono del Espíritu de Dios, cuya voz se apagaba en la vida del orgulloso rey. Era necesario buscar otro monarca. Desde el punto de vista humano, Jonatán, el hijo de Saul, merecía la corona. Al menos, así pensaba la mayoría del pueblo.
Sin embargo, Dios veía las cosas de otro modo. Jonatán, también. David era apenas un pastor de ovejas, hijo de un campesino de Belén, llamado Isaí. Carecía de relevancia, aun entre sus hermanos, pero el joven príncipe reconoció que Dios había escogido a David como futuro rey de Israel y aceptó con nobleza la voluntad divina.
Ambos eran amigos. Hermanos del alma. Los unía el lazo del amor divino, pero David tenía que partir para no ser víctima de Saúl. Por eso lloraron. David no podía quedarse y Jonatán no podía irse. David se veía destinado a vivir como fugitivo por muchos años.
Jonatán sabía que tal vez no volvería a ver a su amigo, que David se aprestaba a vivir una vida de clandestinidad y peligros, y lo envió en paz. Ambos acordaron honrarse no solo en esta vida, sino honrar a la familia del otro más allá de sus propias vidas.
Bendito el que tiene amigos. Los amigos pueden llegar a estar más unidos que los hermanos.
En Acción
¿Cuántos amigos tienes? Llegado el caso, ¿cuántos pueden confiar realmente en ti? Pregúntate hoy también si estarías dispuesto a decirle una dura verdad a un amigo, con tacto y respeto, aun a riesgo de perder su amistad.