27 de marzo | TODOS
«Ten ahora a bien bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de ti, porque tú, Jehová Dios, lo has dicho, y con tu bendición será bendita la casa de tu siervo para siempre» (2 Sam. 7: 29).
Los primeros años del reinado de David fueron dominados por un espíritu de gratitud y adoración de parte del rey. Las guerras habían terminado, sus enemigos habían desaparecido y el reino disfrutaba de años de paz y prosperidad. Cierto día, observó la casa de cedro en la que vivía y la conciencia lo sacudió. ¿Cómo era posible que él viviera lleno de comodidad, mientras que el arca del Señor habitaba en una tienda?
Inmediatamente mandó llamar al profeta Natán y le dijo que consultara con Dios si él aceptaría que se le construyese un templo. La respuesta de Dios fue: «¿Tú me has de edificar casa en que yo more? […] Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel» (2 Sam. 7: 5, 8). Seguidamente, Dios le prometió que no sería él, sino su hijo, el que le construiría un templo, pero su nombre sería perpetuado. «Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente» (vers. 16). Esta promesa se refería a Jesús, que nacería de la simiente de David, pero que sería rey eterno y príncipe de paz. Era un pacto de fidelidad entre Dios y David.
A pesar de que no se le permitió construir el templo en vida, David juntó los materiales necesarios para lo que más tarde sería el templo construido por Salomón, y nos enseñó una valiosa lección: aunque no siempre sea posible alcanzar lo que esperamos, es necesario ayudar a otros a realizar los sueños. Si no podemos construir, seamos capaces de reunir los materiales para el que viene detrás de nosotros. Si no logramos beber el agua del pozo, por lo menos saquémosla para que otros beban.
Los sueños no mueren contigo. El soñador puede morir, pero el sueño sobrevive a las generaciones. Todo eso forma parte del pacto de nobleza y de servicio que podemos hacer con Dios.
En Acción
Mantente unido a Dios y tu entorno también será bendecido. Y tu legado será de bendición para quienes, con el tiempo, lleguen detrás de ti.