4 de abril | TODOS

La viuda de Sarepta

«La viuda fue e hizo como le había dicho Elías. Y comieron él, ella y su casa, durante muchos días. No escaseó la harina de la tinaja, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por medio de Elías» (1 Rey. 17: 15-16).

Desde el punto de vista humano solo restaba el último bocado de pan y después apenas quedaba esperar la muerte. Los campos secos y agrietados ni siquiera sangraban. El escuálido ganado moría por doquier, de hambre y de sed. La lluvia no caía, la vida se marchitaba y se extinguía en Sarepta, una población ubicada a unos veinte kilómetros al norte de Tiro, junto al camino costero que conducía a Fenicia.

Una terrible sequía asolaba el reino de Acab, el malvado rey de Israel. Elías, por mandato divino, había anunciado que no llovería en tres años, y la furia del monarca idólatra se desató. Por ello, el Señor escondió a su siervo junto al arroyo de Querit, donde hizo que unos cuervos le llevasen comida. Con el correr del tiempo, sin embargo, la fuente de agua se secó y entonces «vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: “Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente”» (1 Rey. 17: 8-9).

Al llegar a Sarepta se encontró con una viuda pobre que recogía leña. El profeta le pidió que le diese de beber y comer, pero la menesterosa mujer le dijo que solo tenía un poco de harina y aceite para cocer el último bocado de pan para su pequeño hijo.

Lo que ella no sabía es que la fe y la confianza en Dios son el secreto de la vida. El pan te ayuda a sobrevivir, pero la fe te hace vivir. Ella oyó la voz del profeta, preparó el pan para alimentar al mensajero de Dios y vio el milagro: ese poco de aceite y harina le duró todo el tiempo de la sequía, sin agotarse.

Nadie pierde entregando a Dios lo que tiene. Cuando él pide, no es porque necesite. Él es dueño de todos los campos del mundo. Él pide para dar.

En Acción

Jamás olvides que cuando Dios te pide algo en realidad no es para sí mismo. ¡Es para ti! Esas entregas y renuncias en realidad permiten aligerar tus cargas, por más que al principio nos parezca lo contrario. Canta “La viuda de Sarepta” (si es posible, con tu familia).