5 de abril | TODOS
«Entonces cayó fuego de Jehová y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y hasta lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: “¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!”» (1 Rey. 18: 38-39).
La sequía ya duraba tres años. El suelo languidecía en los estertores de la muerte. Suelo agonizante. Territorio de lucha y conflicto. Aquel día, se encontraban frente a frente los profetas de Dios y los de Baal. Baal era el nombre de un dios pagano de los cananeos. La adoración de Baal se había infiltrado en la vida religiosa judía en la época de los jueces (Jue. 3: 7), y se expandió en Israel durante el reinado de Acab (1 Rey. 16: 31-33).
‘Baal’ significa «señor». En general, era el dios de la fertilidad, considerado capaz de fertilizar la tierra para producir en abundancia. Pero Elías desafió a las fuerzas del dios pagano. Los profetas de Baal tendrían la oportunidad de demostrar que su dios era real y poderoso. Los altares y la leña estaban listos. Los animales habían sido sacrificados. Solo faltaba el fuego del cielo para consumir el sacrificio. Entonces el pueblo sabría quién era digno de adoración.
Desde que Lucifer se levantó en el cielo, reclamó para sí la adoración y la obediencia. El tema central del conflicto entre Cristo y Satanás siempre fue la adoración y la obediencia. Dios no causó el conflicto. Él es el Creador y Señor absoluto del universo. Sin embargo, en cada libro de las Escrituras, vemos esta lucha, simbolizada y descrita de muchas maneras. Una parte de ese conflicto se realizó en el monte Carmelo.
Los profetas de Baal clamaron, suplicaron y gritaron hasta hacerse sangrar, pero el fuego no descendió. En cambio, cuando Elías oró, el poder de Dios se manifestó, y el sacrificio fue consumido. Ya no había dudas para la multitud reunida. Solo Dios merece adoración.
Por eso, en el cielo, cuando todo haya terminado, los redimidos cantarán: «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas» (Apoc. 4: 11).
En Acción
La lección principal de esa experiencia en el monte Carmelo no es que Elías derrotase a los profetas de Baal, sino que optó por el único Dios que realmente satisface. Medita en ello sacando tantas conclusiones como puedas. Canta “Elías y los profetas de Baal” (si es posible, con tu familia).