9 de abril | TODOS
«Así Jehú exterminó a Baal de Israel. Con todo eso, Jehú no se apartó de los pecados con que Jeroboam hijo de Nabat hizo pecar a Israel, y dejó en pie los becerros de oro que estaban en Betel y en Dan. […] Jehú no se cuidó de andar en la ley de Jehová, Dios de Israel, con todo su corazón, ni se apartó de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel» (2 Rey. 10: 28-29, 31).
Jehú, hijo del rey Josafat, fue un hombre contradictorio. Ungido rey de Israel, el Señor le ordenó acabar con la idolatría y exterminar a los líderes paganos (2 Rey. 9: 6-10). Después de recibir este mandato divino por medio de uno de «los hijos de los profetas», Jehú comenzó a realizar su aparente obra de reforma espiritual. Mató «a todos los descendientes de Acab» que habían quedado en Samaria (10: 17) y «a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel» (10: 11). El trabajo final de Jehú fue la destrucción del templo de Baal, donde reunió a todos los líderes y acabó con ellos (10: 18-27).
Al concluir su misión Dios le dijo: «Por cuanto has obrado bien haciendo lo recto delante de mis ojos e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación» (10: 30). Sin embargo, como hemos leído arriba, el texto dice también que la reforma de Jehú fue incompleta y no llegó a apartarse plenamente del pecado arraigado en el reino de Israel.
Jehú confundió las cosas. Acabó con los pecadores, pero no con el pecado. El resultado fue triste. «No se cuidó de andar en la ley de Jehová, Dios de Israel». Su vida estuvo llena de contradicciones. Se preocupó por lo que se veía, pero no afrontó lo que no se veía.
Dios busca hombres y mujeres que sean capaces de servir con integridad, sin dividirse interiormente. Hijos valerosos que sean capaces de ver la profundidad del mal y no se pierdan solo en la periferia de lo que se ve.
En Acción
¿Llegarás hasta el final en la misión que Dios te asignó, o la dejarás a medias? Solo la obra completa asegura el éxito suficiente, siempre que te dejes dirigir por el Señor.