15 enero | Niños
«Y dijo: “Déjame, porque raya el alba”. Jacob le respondió: “No te dejaré, si no me bendices”» Génesis 32: 26.
Después de muchos años, Jacob, ahora casado y padre de una gran familia, y después de haber acumulado riquezas a través de su arduo trabajo, decidió que era hora de volver a su tierra natal. Emprendió el largo viaje de regreso con su familia, en una época en la que los viajes se hacían sin las comodidades de los vehículos modernos.
Al enterarse del retorno de Jacob, Esaú preparó un ejército para enfrentarlo. El miedo invadió a Jacob, reviviendo el remordimiento por haber engañado a su padre y hermano años atrás. En busca de solitud, Jacob se alejó de su familia una noche, sumido en la tristeza y la oración, implorando perdón por sus acciones pasadas.
Fue entonces cuando, inesperadamente, Jacob se encontró enfrascado en una lucha con una figura misteriosa bajo el manto de la noche. A pesar de sus esfuerzos, Jacob no podía dominar a su oponente, quien poseía una fuerza sobrenatural. Al alba, Jacob se dio cuenta de que no era un hombre con quien luchaba, sino un ángel.
Con determinación, Jacob se aferró al ángel, negándose a soltarlo hasta recibir la bendición del perdón. Su persistencia fue recompensada: Dios lo perdonó. La paz y la alegría que inundaron a Jacob tras esta experiencia fueron inmensurables.
En acción
Imagina y dibuja la escena en la que Jacob lucha con el ángel, capturando el momento de su lucha y el instante de su bendición y perdón.