27 junio | Niños
«—¿A quién enviaré y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: —Heme aquí, envíame a mí» Isaías 6: 8
Hace muchos años, había un hombre muy especial llamado Isaías. Él amaba a Dios y le obedecía. Isaías vivió en el período de algunos reyes y, tristemente, vio las invasiones enemigas que destruían su país.
Una vez, Isaías tuvo una visión en la que Dios estaba sentado en su trono y llevaba un manto muy largo. Muchos ángeles volaban sobre él, diciendo: «Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria».
Al ver esto, Isaías tuvo miedo, porque se sentía muy pequeño ante la grandeza y santidad de Dios. ¿Cómo podía estar en presencia de Dios?
Entonces uno de los ángeles voló hacia él con una brasa encendida que había tomado del altar de Dios y tocó los labios de Isaías.
Esto significaba que Dios perdonaba todos los pecados de Isaías. Dios lo estaba llamando para que hablara de él al pueblo.
¿Sabes lo que respondió Isaías? Dijo: «¡Heme aquí, envíame a mí!».
En acción
¿A quién te gustaría hablarle hoy de Jesús? Ora a Jesús, diciendo: «Querido Jesús, ayúdame para que también pueda aceptar hablarle de tu amor a mis amigos. ¡Amén!».