9 julio | Niños
«Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados» Isaías 53: 5
¿Recuerdas el día en que te hiciste una herida? ¿Te caíste y te lastimaste la rodilla, o te tocaste el dedo meñique con una sartén caliente? Tal vez te caíste de la bicicleta y te rompiste un brazo o una pierna. ¡Eso sí que duele! Seguro que lloraste mucho.
Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios en el Jardín del Edén, tuvieron que pagar con su muerte. Dios les había explicado que desobedecer a Dios traería graves consecuencias, como la muerte misma.
Pese a ello, Dios no permitiría que murieran para siempre. Jesús moriría en su lugar.
El profeta Isaías recibió un mensaje de Dios sobre cómo sufriría Jesús. Los pecados de todo el mundo serían cargados sobre Jesús. ¿Te imaginas el gran peso que tendría que cargar? Sería como si tú hubieras desobedecido a tu mamá y Jesús tomara el castigo que tú debías recibir.
Hoy entendemos que Jesús fue «herido» por nuestras malas acciones y sufrió enormemente. A pesar de su dolor, nos dio una promesa maravillosa: la oportunidad de vivir con él para siempre en el cielo.
Jesús nos demostró el más grande amor que alguien puede dar, tomando nuestro lugar y muriendo por nosotros.
En acción
¿Y si hacemos un ejercicio para entender mejor esto? Intenta llenar una hoja de papel con pequeñas bolitas negras, representando los errores o «pecados» de todas las personas que conoces, incluyéndote a ti. Este acto simbólico puede ayudarte a visualizar cuán grande fue el sacrificio de Jesús por nosotros y cuánto nos ama.