23 agosto | Niños
«Y si alguien le pregunta: “¿Qué heridas son estas en tus manos?”, él responderá: “Las recibí en casa de mis amigos”». Zacarías 13: 6
El profeta Zacarías recibió muchos mensajes de Dios sobre la venida del Mesías, Jesucristo. Vendría como un bebé, crecería y se convertiría en un hombre. Entonces comenzaría su obra. Predicaría, sanaría a los enfermos, a los ciegos, a los cojos, a los mudos y a los leprosos. Luego anunciaría su reino, en el que no habría sufrimiento ni dolor ni muerte.
Jesús predicaría el amor, la bondad y la justicia a todos, porque todos son sus hijos, y él desea estar con ellos en el cielo.
Sin embargo, muchas personas no lo iban a aceptar. Le odiarían y le harían mucho daño. Jesús fue clavado en una cruz con enormes clavos en las manos. Imagínate el dolor que sintió cuando los soldados le clavaron los clavos.
Imagina por un momento que estás en el cielo, ese lugar maravilloso donde todo es perfecto. Pero hay algo muy especial que notarás en Jesús: en sus manos, podrás ver las marcas de los clavos. Y si curioso le preguntas por esas marcas, Jesús responderá con amor: «Esas son las marcas que recibí por estar con ustedes en la tierra, para salvarlos».
Esas marcas son un recordatorio del gran amor de Jesús por nosotros, de cómo sufrió y murió en la cruz para que pudiéramos tener la vida eterna.
En acción
¿Qué te parece si hacemos algo para recordar este sacrificio? Dibuja el contorno de las manos de Jesús y, en el lugar donde estarían los clavos, haz un pequeño agujero. Mientras lo haces, piensa en lo mucho que Jesús te ama y en cómo sufrió por ti. Después de dibujar, toma un momento para decirle gracias a Jesús. Gracias por su amor, su sacrificio, y por las marcas que eligió conservar como prueba de ese amor inmenso. ¿Estás listo para intentarlo?