26 octubre | Niños
«Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» Romanos 8: 37
¿Has pensado alguna vez en cuán gigantesco es el amor de Dios? ¡Es tan grande que no cabe en nuestro mundo! Tras el pecado, muchas cosas tristes y dolorosas llegaron a la vida de las personas, todo por culpa de Satanás. Sí, ese ángel que comenzó siendo luminoso y acabó eligiendo un camino oscuro, llevando consigo enfermedad, dolor y todo tipo de tristezas.
Pero aquí viene lo mejor: el amor de Dios es tan inmenso, tan poderoso, que supera todas esas tristezas y dolores. Cuando estás triste, cuando pierdes a alguien que quieres mucho o cuando te enfrentas a algo muy difícil, el amor de Dios está ahí, abrazándote fuerte, diciéndote que todo va a estar bien.
Recuerda siempre esto: no importa lo malo que parezcan las cosas, el amor de Dios es más grande. Él te sostiene, te consuela y te da fuerzas para superar cualquier obstáculo. Y lo mejor de todo, ha prometido que un día eliminará todas las cosas malas de este mundo. ¡Eso sí que es una promesa emocionante!
En acción
Cierra los ojos y repite con mucha fe: «Con Jesús, siempre soy más que vencedor». Imagina que estás envuelto en un abrazo gigante lleno de amor y consuelo. Eso es exactamente lo que Dios hace por ti cada día.