2 noviembre | Niños
«El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación» 2 Corintios 1: 4
Cuando te caíste y te lastimaste, ¿te sentaste en el regazo de tu papá, tu mamá o tu abuela? ¿Te secaron las lágrimas con un pañuelo y te abrazaron? ¿Te pusieron una crema en la rodilla?
Sentarse en el regazo de una persona se siente muy bien, ¿verdad? Se siente tan bien ser consolado y que el dolor desaparezca.
Dios envió al Espíritu Santo para consolarnos también a nosotros. Él nos acompaña y nos ayuda a hablar con Jesús, porque a veces ni siquiera podemos hablar con él como es debido.
¿Sabes qué más hace el Espíritu Santo? Te ayuda a ser más fuerte. Y entonces, cuando veas a alguien llorando, puedes ser cariñoso, consolar a esa persona y decirle que todo va a ir bien.
En acción
¿Has visto a un amigo que está triste? ¿Qué te gustaría hacer para alegrarle?