2 febrero | Niños
«Habla a los hijos de Israel y diles: “Cuando alguna persona peque involuntariamente contra alguno de los mandamientos de Jehová sobre cosas que no se han de hacer, y hace alguna de ellas”» Levítico 4: 2.
A veces, especialmente de niños, podemos desobedecer a nuestros padres de forma involuntaria o sin darnos cuenta. No siempre entendemos completamente lo que está bien o mal.
¿Sabías que, en el antiguo Israel, existían ofrendas específicas para los pecados cometidos de forma involuntaria? Incluso los sacerdotes, quienes desempeñaban un papel central en la vida espiritual de la comunidad, debían ofrecer sacrificios por sus propios pecados involuntarios. Para ello, llevaban un corderito perfecto y sin defectos al Santuario. El sacerdote ponía su mano sobre el animal y luego lo mataba. Esto significaba que su pecado era transferido o depositado en Jesús.
La sangre derramada y el cuerpo quemado en el altar señalaban anticipadamente el sacrificio de Jesús en la cruz por nosotros. Tras el sacrificio, venía el perdón para la persona que había pecado, restableciendo su relación con Dios.
En acción
Reflexiona sobre un momento en que desobedeciste a tus padres. ¿Cómo reaccionaste? ¿Pediste perdón? En nuestra relación con Dios, cuando cometemos errores o pecados, incluso involuntarios, ya no necesitamos realizar un sacrificio animal. Ahora, podemos acercarnos a Dios en oración, con un corazón arrepentido, y pedir su perdón, confiando en que, gracias al sacrificio definitivo de Jesús, seremos perdonados.