9 febrero | Niños
«Si andáis en mis preceptos y guardáis mis mandamientos, y los ponéis por obra, yo os enviaré las lluvias a su tiempo, y la tierra y el árbol del campo darán su fruto» Levítico 26: 3, 4.
Dios desea fervientemente que seas feliz y que vivas una vida plena y satisfactoria. Este deseo de felicidad para sus hijos no es algo nuevo; desde el comienzo, quiso lo mejor para Adán y Eva en el jardín del Edén. Sin embargo, a través de su desobediencia, descubrieron las consecuencias dolorosas de apartarse de los caminos de Dios.
Cuando Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, su objetivo no era simplemente rescatarlos de la opresión física; aspiraba a guiarlos hacia una libertad que conduce a la verdadera felicidad.
No obstante, alcanzar la felicidad no significa ceder ante cada uno de nuestros deseos o impulsos. A menudo, lo que deseamos apasionadamente puede no ser beneficioso para nosotros. Dios, en su sabiduría infinita, conoce lo que verdaderamente nos beneficia. Seguir sus enseñanzas y mandamientos nos guía hacia una vida de contentamiento y alegría. Por el contrario, ignorar sus directrices tiende a conducirnos a la insatisfacción y el arrepentimiento.
En acción
El chocolate es algo que a muchos nos encanta, pero ¿qué sucede si comemos demasiado? Podemos terminar sintiéndonos mal. Conversa con tu mamá sobre cosas que te gustan, pero que sabes que en exceso pueden no ser buenas para ti. Esta reflexión puede ayudarte a entender cómo las restricciones, en ocasiones, protegen nuestra felicidad y bienestar.