27 febrero | Niños

La muerte de Moisés

«Te he permitido verla con tus ojos, pero no pasarás allá» Deuteronomio 34: 4.

Moisés, tras una vida de servicio y liderazgo guiado por Dios, recibió una última misión: subir al monte Nebo. Desde allí, Dios le mostró la extensión de la Tierra Prometida, aquella que había jurado dar a Abraham, Isaac y Jacob. La vista debió ser sobrecogedora, un mosaico de verdes valles y tierras fértiles esperando al pueblo de Israel.

Aunque Moisés anhelaba ver esta tierra florecer bajo los pies de su gente, sabía que no cruzaría con ellos. Su misión estaba cumplida; su rol era llevarlos hasta allí, no entrar con ellos. Después de contemplar la promesa de Dios desde la montaña, Moisés falleció en paz a la edad de 120 años, sin haber perdido fuerza ni visión, testimonio de la cuidadosa provisión divina. Dios mismo se ocupó de su entierro, un acto de intimidad y respeto final.

Moisés se destacó por su humildad y por la relación única que tuvo con Dios, quien realizó a través de él prodigios y señales que liberaron y guiaron al pueblo de Israel. Su vida fue un testimonio de confianza y obediencia a Dios, incluso frente a los desafíos más inmensos.

En acción

Comparte con tu familia los relatos de los milagros que Dios obró por medio de Moisés. Desde las plagas de Egipto hasta la división del Mar Rojo, cada milagro cuenta una historia de poder, protección y promesa. Esta actividad puede ser una bella forma de recordar cómo Dios actúa en nuestras vidas, guiándonos y protegiéndonos en nuestro propio viaje.