3 abril | Niños
«Le quité el reino a la casa de David y te lo entregué a ti. Pero tú no has sido como David, mi siervo» 1 Reyes 14: 8.
Tras la muerte de Salomón, el reino quedó dividido. Su hijo Roboam solo reinó sobre dos tribus de Israel, y uno de sus siervos llamado Jeroboam reinó sobre diez tribus.
Pero Jeroboam fue desobediente a Dios desde el principio. Adoraba ídolos y construía ídolos para que el pueblo los adorara. Dios envió profetas para advertirle que debía dejar de hacer esas cosas, y que la desobediencia trae malas consecuencias. Pero él no escuchó.
Un día, el hijo del rey se enfermó. La reina se disfrazó y acudió al profeta Ajías para saber qué le ocurriría a su hijo. En cuanto oyó los pasos de la reina, el profeta la reconoció y envió un mensaje a Jeroboam: «Dios no está contento con las cosas malas que estás haciendo. Tus descendientes acabarán perdiendo el reinado». Y en cuanto la reina entró al palacio, su hijo murió.
En acción
Dibuja el rostro de Dios entristecido por la desobediencia del rey.