26 abril | Adolescentes

UN RESTAURADOR DE LA ADORACIÓN

«En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó.» 2 Crónicas 29: 3

Existen profesionales dedicados a restaurar cosas importantes para nosotros: edificios históricos, estatuas famosas o atracciones turísticas. Sin ellos, muchas bellezas y herencias culturales se perderían. Ahora, imagina a alguien con esta misma pasión, pero enfocado en restaurar algo aún más valioso: nuestra adoración a Dios. Ese fue el papel de Ezequías, descrito en 2 Crónicas 29.

Después de años de olvido y negligencia de los caminos divinos por parte de sus antecesores, Ezequías subió al trono y decidió que era hora de cambiar. Reabrió y reparó el Templo del Señor, que había sido cerrado y dejado en ruinas. Más allá de eso, Ezequías reunió a los sacerdotes y levitas y los animó a purificarse y volver a servir en el Templo, restaurando así los rituales y las celebraciones que habían sido abandonadas.

El rey Ezequías nos muestra la importancia de restaurar nuestra adoración y relación con Dios. Él sabía que para que el pueblo prosperara y la nación fuera bendecida, la adoración a Dios no podía ser ignorada ni dejada de lado. Su determinación de limpiar y consagrar el Templo fue un acto poderoso de fe y un llamado al arrepentimiento y la renovación espiritual para todo el pueblo. Su historia nos hace preguntarnos: ¿será que hay algo en nuestra adoración que también necesita ser restaurado?

En Acción:

Esta semana, encuentra un juguete o un objeto de la casa que esté roto y dedica un tiempo para restaurarlo. Puede ser algo sencillo, como pegar una pieza que se soltó o coser un desgarro. Mientras lo haces, piensa en cómo Ezequías restauró el Templo, y reflexiona sobre la importancia de cuidar y valorar lo que tenemos.