23 mayo | Adolescentes
«¿Por qué te abates, alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarlo, ¡salvación mía y Dios mío!.» Salmo 42: 5
¿Alguna vez has tenido que esperar por algo que querías mucho? A veces, puede ser difícil tener paciencia, especialmente cuando queremos algo de inmediato. En el Salmo 42, aprendemos una valiosa lección sobre esperar en Dios. El salmista dice: «¿Por qué te abates, alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarlo, ¡salvación mía y Dios mío! ». Esto significa que el salmista confió en Dios y esperó que Él actuara en el momento adecuado.
Muchos personajes bíblicos, como Abraham, José y Moisés, tuvieron que esperar muchos años para ver las promesas de Dios cumplirse en sus vidas. Sus historias nos demuestran que, aunque tome tiempo, Dios siempre cumple Sus promesas cuando clamamos a Él. Cuando esperamos pacientemente, aprendemos a confiar más en Dios y a entender que Él sabe lo que es mejor para nosotros. Que Él nos escucha. La paciencia nos enseña que lo mejor de parte de Dios llega en el momento adecuado, no en el nuestro, y que al esperar, veremos que todo valió la pena y aún lo alabaremos por ello.
En Acción:
Crea un «Árbol de la paciencia» en un papel o cartulina. Dibuja un árbol con muchas ramas, pero sin hojas. Cada día, mientras esperas algo (puede ser una respuesta a una oración, un evento especial, etc.), agrega una hoja al árbol. En cada hoja, escribe algo por lo que estés agradecido o una lección que hayas aprendido ese día de espera. Al final de un período (una semana, por ejemplo), observa cuántas hojas has agregado a tu árbol y reflexiona sobre el crecimiento que ha ocurrido durante la espera.