8 julio | Adolescentes
«He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros.» Isaías 49: 16
Cada uno de nosotros es único a los ojos de Dios. Aunque todos tengamos dos ojos, dos orejas y una boca, cada parte de nosotros es diferente y especial. Nuestros ojos tienen colores distintos, nuestras orejas tienen formas diversas, y hasta nuestras sonrisas son únicas. Esta singularidad es lo que nos hace especiales para Dios. Por ejemplo, ¿te has fijado en las líneas de tus manos? Son únicas, como una huella digital. Cada línea, cada marca, cuenta una historia a cerca de quién eres.
En la Biblia, en Isaías 49: 15-18, Dios nos da un mensaje poderoso de amor e individualidad: «En las palmas de mis manos te tengo esculpida». Esto significa que Dios nos conoce tan bien, tan profundamente, que es como si cada uno de nosotros estuviera grabado en las palmas de Sus manos. Él nos ama de una manera tan intensa que nunca se olvida de nosotros, incluso en los momentos en los que nos sentimos solos u olvidados. Somos tan importantes para Él que nos hizo únicos y nos ama exactamente como somos. Por eso, siempre estamos en Su mente y en Sus manos.
En Acción:
Toma un papel y un lápiz. Coloca tu mano sobre el papel y dibuja el contorno de tu mano con un lápiz. Dentro del contorno de tu mano, escribe cosas por las que estás agradecido a Dios. Puede ser tu familia, amigos, tu casa, o cualquier otra cosa que te haga sentir amado y bendecido. Después de escribir, cuelga ese dibujo en un lugar donde puedas verlo todos los días. Esto te recordará que, así como tú escribiste estas cosas en la palma de tu mano, Dios también te tiene esculpido en las palmas de Sus manos.