9 julio | Adolescentes
«Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.» Isaías 53: 5
¿Sabías que, en el Antiguo Testamento, cuando alguien pecaba, debía llevar un cordero para que muriera en su lugar? Esto se debía a que el pecado trae la muerte, pero si alguien o algo muere en nuestro lugar, nosotros no necesitamos morir. Esta era la idea de sustitución que Dios utilizó para enseñarnos acerca del sacrificio que Jesús pagaría. Durante unos cuatro mil años, cada vez que alguien pecaba, sacrificaba un corderito, esto era un símbolo que apuntaba a la venida del Mesías. Al sacrificar el animal, el pecador demostraba su fe en la futura redención a través de Jesús.
Jesús fue como ese cordero perfecto. Vino al mundo sin ningún defecto, sin pecado, y murió por nosotros. Fue herido, maltratado y sufrió mucho, pero todo esto fue por amor a nosotros. Gracias a las heridas de Jesús, somos salvos. Él murió para que nosotros podamos vivir. Fue nuestro Sustituto perfecto. Se hirió para sanarnos, no solo físicamente, sino también espiritualmente. Él llevó sobre Sí todas las cosas malas que hacemos, todos nuestros pecados, para que podamos ser perdonados y sanados.
En Acción:
La próxima vez que te lastimes, coloca una curita y dibuja una cruz en ella. Esto te ayudará a recordar el gran amor de Jesús y todo lo que hizo por nosotros. Cada vez que mires la curita, recuerda que Jesús fue herido para que nosotros podamos ser sanados.