25 julio | Adolescentes
«Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.» Ezequiel 3: 17
En el texto de hoy, leemos sobre una tarea muy especial que Dios le dio a Ezequiel: ser un vigilante para el pueblo de Israel. ¿Pero qué significa eso? Ser un vigilante es como ser el guardia de una ciudad, alguien que está atento a todo lo que pasa a su alrededor de modo que puede avisar a las personas si es que detecta algún peligro acercándose. En el caso de Ezequiel, su misión era escuchar los mensajes de Dios y advertir al pueblo cuando se estaban desviando del camino correcto, ayudándoles a evitar problemas y a mantenerse seguros.
Dios le explicó a Ezequiel que, si él no advertía a las personas cuando estaban en peligro (especialmente en peligro espiritual, como cuando uno toma decisiones incorrectas que lo alejan de Dios), Ezequiel sería responsable por no haberles dado la advertencia. Pero, si él avisaba y las personas no escuchaban, entonces la responsabilidad sería de ellas. Esto muestra lo importante que es cuidarnos unos a otros, compartiendo lo que sabemos para ayudar a las personas a tomar buenas decisiones. De la misma manera que Ezequiel fue llamado para ser un vigilante, nosotros también tenemos la misión de advertir a quienes nos rodean sobre la inminente segunda venida de Jesús, manteniendo nuestros corazones y comunidades preparados y atentos.
En Acción:
Para entender mejor la misión de un vigilante, ¿qué tal si eres el vigilante de tu casa o escuela por un día? Presta atención a lo que sucede a tu alrededor y, si ves a alguien que necesita ayuda o una oportunidad de hacer algo bueno, ve y ayuda o alienta a esa persona a realizar una buena acción.