4 agosto | Adolescentes
«Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, rey, nos librará.» Daniel 3: 17
El rey Nabucodonosor no estaba para nada contento con el significado del sueño que había tenido, y como no quería que se cumpliera, mandó construir una estatua igual a la que había visto pero esta vez hecha completamente de oro, a diferencia de la del sueño donde sólo la cabeza de la estatua, que representaba a su reino, estaba hecha de este precioso material. Una vez finalizada la estatua, el rey ordenó que todo el mundo la adorara al son de una música especial. Pero cuando Ananías, Misael y Azarías, escucharon el sonido, ¿adivina qué hicieron? ¡No se postraron! Y por eso fueron arrojados a un horno supercaliente. Pero, lo creas o no, ¡no se quemaron! Al ver esta escena, el rey quedó pasmado. Dentro del horno, divisó a una persona más acompañándolos y protegiéndolos de las llamas. Era el propio Jesús. ¡Jesús los salvó de la muerte!
Esta increíble historia nos recuerda una promesa de Dios en Isaías 43: 2: «Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.». Esto significa que, en muchas situaciones, Dios no nos libra del horno, ¡nos libra en el horno!
En Acción:
Con la ayuda de un adulto, realiza una prueba segura con fuego para entender mejor cómo Dios protegió a los amigos de Daniel. Enciende una vela y observa cómo se comporta la llama, siempre con precaución. Luego, escribe en un papel algo que te preocupe o un desafío que enfrentes. Quema este papel en la llama de la vela (con supervisión de un adulto), simbolizando que estás entregando ese problema a Dios. Recuerda: así como con Ananías, Misael y Azarías, ¡Dios quiere estar a tu lado en todo momento!