30 agosto | Adolescentes
«Vosotros, pues, orad de esta manera: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”» Mateo 6: 9
Como Jesús oraba mucho, sus discípulos se dieron cuenta de que esto lo ayudaba a estar bien y a enfrentar las dificultades. Por eso, le pidieron que les enseñara a orar. Jesús se alegró por su petición y les enseñó esta oración:
«Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén».
Si Jesús, siendo todopoderoso, apartaba tiempo para orar, ¡nosotros también debemos hacerlo! La oración no cambia el corazón de Dios, sino el nuestro. Además, el hábito de hablar con Dios mejora nuestra manera de comunicarnos con los demás.
El Padre Nuestro es un modelo perfecto de cómo debemos dirigirnos a Dios: reconociendo Su santidad, pidiendo lo que necesitamos y buscando Su protección y orientación.
En Acción:
Memoriza la oración del Padre Nuestro y repítela todos los días. Trata de entender cada una de sus partes y su significado. Comparte con tu familia o amigos lo que has aprendido sobre cada frase de la oración.