26 enero | Adolescentes
«Si alguno hurtare buey o oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas.» Éxodo 22: 1
Para entender por qué Dios estableció tantas leyes, necesitamos retroceder en el tiempo y recordar el contexto en el que se encontraba el pueblo de Israel. Habían sido esclavos en Egipto durante más de 400 años, viviendo bajo reglas, tradiciones y costumbres que no eran las suyas. Cuando Dios los liberó, quería asegurarse de que supieran cómo vivir de una manera que fuera agradable a Él y justa entre ellos.
Estas leyes eran como las reglas que tenemos en casa o en la escuela, que nos ayudan a convivir de manera armoniosa y respetuosa. Imagina si no hubiera un lugar determinado para poner la ropa sucia. ¡Tendríamos ropa sucia y maloliente por toda la casa! ¡Qué asco! Sin reglas claras, nuestra casa se convertiría en un caos. De la misma manera, las leyes dadas por Dios orientaban al pueblo sobre lo que era correcto e incorrecto, enseñándoles a cuidarse unos a otros, de sus pertenencias, propiedades, y, principalmente, a tener una relación respetuosa con Dios y con las personas, asegurando que todos tuvieran lo que necesitaban, viviendo de forma armoniosa y siendo tratados con justicia.
Aunque pueda parecer aburrido seguir las leyes, obedecerlas no era solo una cuestión de obediencia, sino un camino hacia una vida segura y bendecida. En estas leyes, el respeto mutuo y el cuidado del prójimo son fundamentales. Así que, si hay leyes y reglas en tu casa, ¡recuerda seguirlas porque existen para tu bienestar!
En Acción:
Haz una lista de reglas que consideres importantes para mantener tu casa o salón de clases en orden y felices. Luego, comparte cómo estas reglas ayudan a todos a llevarse bien y vivir juntos de manera justa, así como las leyes de Dios ayudaban al pueblo de Israel.