26 septiembre | Adolescentes
«Entonces les fueron abiertos los ojos y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista.» Lucas 24: 31
Imagina a dos amigos caminando juntos hacia una ciudad llamada Emaús, conversando sobre todo lo que había pasado con Jesús. Estaban tristes y confundidos porque Jesús, en quien creían como el Salvador, había muerto. Pero, mientras caminaban, un extraño se les unió. Este extraño era Jesús resucitado, pero ellos no lo reconocieron.
Jesús comenzó a explicarles todo acerca de Él mismo en las Escrituras, desde Moisés hasta los profetas. Sus corazones ardían mientras hablaba, pero aún así no lo reconocieron. Al llegar cerca de la ciudad, parecía que Jesús iba a seguir su camino, pero ellos lo invitaron a quedarse con ellos, ya que se hacía tarde. Como ya sabemos, Jesús aceptó la invitación.
Durante la cena, cuando Jesús comenzó a partir el pan, finalmente se les abrieron los ojos y reconocieron a su Maestro. Pero entonces, inesperadamente, Jesús desapareció de su vista. En ese momento, entendieron todo y corrieron de regreso a Jerusalén para contarle a los otros discípulos que Jesús estaba vivo y que habían estado con Él.
Esta historia nos recuerda que, muchas veces, Jesús está a nuestro lado, caminando con nosotros y ayudándonos, incluso si no lo reconocemos de inmediato. Es importante recordar que Jesús está más presente en nuestra vida de lo que podemos imaginar. Él prometió estar siempre con nosotros, y esa promesa es cierta. Incluso en los momentos en los que nos sentimos solos o confundidos, Jesús está allí, ofreciéndonos Su compañía, amor y guía. Él está listo para revelarse a nosotros en cualquier momento, mostrando que Su presencia es una constante en nuestras vidas.
En Acción:
Durante el próximo culto familiar, comparte un pan con tu familia, recordando cómo Jesús se reveló a los discípulos en ese momento. Reflexiona sobre la importancia de este gesto y cómo Él se hizo reconocer a través de él.