2 octubre | Adolescentes
«Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» Juan 11: 25,26
Cuando Jesús dijo «Yo soy la resurrección y la vida», nos estaba enseñando algo increíble sobre quién es Él y el poder que tiene. En el contexto bíblico, Jesús le dice estas palabras a Marta, la hermana de Lázaro, quien había muerto. Jesús no solo estaba hablando de traer a Lázaro de vuelta a la vida, sino también de darnos a todos nosotros la esperanza de una vida eterna.
La resurrección es la promesa de que la muerte no es el fin. No es el punto final de nuestra historia, sino tan solo una coma. Un capítulo se termina, pero el libro aún no. Con Jesús, incluso cuando nuestros cuerpos mueren, tenemos la esperanza de vivir otra vez. Y la vida que Jesús nos ofrece no es solo una segunda oportunidad, sino la vida eterna, ¡con Él!
Cuando creemos en Jesús, creemos que Él tiene el poder de darnos una nueva vida. Una vida donde no necesitaremos temer a la muerte, porque sabremos que con Jesús, la muerte es solo una transición a algo aún mejor. Una costumbre judía que conocí y me pareció maravillosa ocurre cuando alguien muere: la familia y los amigos no llevan flores para honrar al fallecido sino que llevan una piedra blanca. La piedra, a diferencia de la flor, no muere y simboliza la creencia de que la persona solo ha descansado, para pronto ser resucitada por Jesús y tener una vida eterna, como una piedra blanca.
En Acción:
Busca algunas piedras blancas y, en un momento triste como un funeral o un entierro, entrega esta piedra a la familia en duelo, explicando lo que aprendiste sobre la promesa de Jesús en Juan 11. Esto traerá esperanza y consuelo a este momento de tanto dolor.