3 noviembre | Adolescentes
«Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.» 2 Corintios 3: 18
Transformación es una palabra poderosa que implica cambio, convertirse en algo nuevo. ¿Sabías que cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, todos pasamos por un proceso de transformación? En 2 Corintios 3:18, encontramos un mensaje maravilloso sobre transformación: «Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor.» Esto significa que al mirar a Dios y entender quién es Él, comenzamos a cambiar, volviéndonos más parecidos a Él cada día.
Pero, ¿cómo sucede esto? Imagina que estás frente a un espejo. En lugar de ver solo tu reflejo, ves cómo Dios te ve y lo que puedes llegar a ser con Su ayuda. Cada vez que elegimos actuar como Jesús actuaría, siendo amables, pacientes y amorosos, es como si tomáramos un poco de la luz de Dios y permitiéramos que brille en nosotros. Pero debes saber que transformarte no es algo que ocurra de la noche a la mañana. Es un proceso, un camino que recorremos con la ayuda del Espíritu Santo. Cada buena elección que hacemos, cada vez que decidimos amar en lugar de ignorar, estamos dando un paso hacia adelante en esa transformación, en la que día a día, buscamos parecernos más a Jesús.
En Acción:
Realiza un experimento con un espejo. Primero, ensucia un poco un espejo con algo que puedas limpiar fácilmente después. Mírate en el espejo sucio y piensa cómo a veces no vemos claramente quiénes somos o quién Dios quiere que seamos. Luego, limpia el espejo y mírate de nuevo. Así es como Dios nos ve: limpios, claros y llenos de potencial.