6 noviembre | Adolescentes
«Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre.» 2 Corintios 9: 7
Entender que cosechamos lo que sembramos es una lección importante en la vida. Esto vale para todo, incluso para la bondad y, obviamente, la generosidad. En 2 Corintios 9: 6-8, la Biblia nos enseña que Dios se alegra cuando damos con un corazón contento, ¡y eso resulta en grandes bendiciones para nuestra vida! Sé que esto puede parecer ilógico, porque, al dar algo, parece que lo perdemos, ¿verdad? ¡Pero no es así! Cuando damos, de forma inexplicable, sentimos algo bueno dentro de nosotros.
Cuando elegimos ser generosos ayudando a alguien, compartiendo nuestros recursos u ofreciendo palabras de aliento; estamos sembrando «semillas» de bondad. Tal vez ya lo has notado cuando tratas bien a alguien. Generalmente, la persona responde de manera positiva. Pero incluso cuando no recibas una buena respuesta, ¡sigue siendo amable! Como un jardín que se cultiva con cuidado, Dios hace que estos actos bondadosos germinen, transformándolos en frutos de amor.
Ser fiel en lo poco significa valorar cada oportunidad de compartir, aunque parezca pequeña. Cada gesto generoso es una contribución significativa en el gran jardín de la vida, donde los pequeños actos pueden florecer en grandes logros. Por eso, Dios promete que, al dar con alegría, Él nos dará todo lo que necesitamos para seguir siendo generosos. Esto no significa tener todas las cosas del mundo (como el último videojuego o el juguete de moda), sino tener lo suficiente para ser feliz y hacer felices a los demás también.
En Acción:
Esta semana, vamos a practicar la alegría de dar. Separa algo especial que puedas ofrecer con alegría; puede ser una parte de tu mesada, por ejemplo. Al dar, hazlo con un corazón alegre y agradecido, recordando que cada ofrenda es una semilla de bondad que Dios ayudará a germinar.