2 febrero | Adolescentes
«Luego que se conozca el pecado que cometieron, la congregación ofrecerá un becerro como expiación por el pecado y lo llevarán delante del Tabernáculo de reunión.» Levítico 4:14
Las ofrendas por el pecado que Dios pidió al pueblo de Israel que hiciera, descritas en los versículos de hoy, eran súper importantes. Imagina que, cada vez que alguien hacía algo malo, sin querer o no, tenía que traer un animal, como un cordero o un cabrito, para ser sacrificado. Esto era una forma de pedir “disculpas” a Dios por el error cometido.
Dicho sacrificio mostraba dos cosas importantes: primero, que hacer algo malo trae consecuencias serias; y segundo, que Dios estaba dispuesto a perdonar y limpiar ese error, siempre y cuando la persona estuviese dispuesta a reconocer su falta y demostrase que quería volver a hacer lo correcto. Era como si el animal se convirtiera en el culpable por el error, permitiendo que la persona comenzara de nuevo, “limpia” de lo que había hecho.
Pero lo más increíble de todo es que estos sacrificios eran una pista, un adelanto de lo que Jesús haría por todos nosotros. Jesús es como ese cordero perfecto que fue sacrificado de una vez por todas, para que todos los que creen en Él sean perdonados de todos sus errores, no solo los accidentales, ¡sino todos! Esto muestra cuánto nos ama Dios y cuánto quiere estar cerca de nosotros.
En Acción:
Intenta recordar un error que cometiste y por el que pediste disculpas. Escribe sobre cómo te sentiste al ser perdonado. Recuerda, Jesús nos perdona siempre. Este es el regalo más increíble e invaluable que Dios nos ofrece.