12 febrero | Adolescentes
«Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos, o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera, o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.» Números 11:7-9
Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto, enfrentaron muchos desafíos, pero uno de los más difíciles fue encontrar comida. ¡Imagina a miles de personas en el medio de la nada, sin supermercados ni restaurantes cerca! Fue entonces cuando Dios envió un regalo especial del cielo: el Maná. El Maná era un tipo de pan que caía del cielo todas las mañanas, excepto los sábados.
Si los israelitas intentaban guardar Maná para el día siguiente, se pudría y se llenaba de gusanos. ¡Y además, apestaba! ¡Qué asco! Sin embargo, había una excepción para el sábado. Por eso, el viernes, Dios enviaba milagrosamente el doble de Maná, garantizando que todos tuvieran suficiente para no necesitar recogerlo en el día sagrado de descanso, el sábado.
Este milagro nos enseña algunas cosas importantes. Primero, nos muestra cómo Dios cuida de nuestras necesidades diarias. Segundo, nos recuerda la importancia del sábado, un día especial para descansar y pasar tiempo con Dios y nuestra familia. Prepararse para el sábado, como lo hacía el pueblo de Israel el viernes, es una forma de demostrar respeto y amor por este día especial y por Su Creador.
En Acción:
A partir de esta semana, comienza a prepararte mejor para el sábado. Ayuda a tus padres a cocinar algo especial el viernes, para que se convierta en tu «doble porción de Maná» para el día siguiente. Esto no solo te ayudará a recordar el cuidado de Dios por el pueblo de Israel, sino que también hará que el sábado sea aún más especial para ti y tu familia.