19 febrero | Adolescentes

¿POR QUÉ DIOS PERMITE LA EXPERIENCIA DEL DESIERTO?

«Después volvimos y salimos al desierto, camino del Mar Rojo, como Jehová me había dicho; y rodeamos el monte de Seir por mucho tiempo.» Deuteronomio 2:1

En la jornada de la vida, a veces Dios nos lleva por caminos que parecen ser desvíos largos y difíciles, muy parecidos a un desierto. ¿Te has preguntado alguna vez por qué Dios permite estas experiencias de «desierto»? La historia del pueblo de Israel, vagando por el desierto durante 40 años antes de entrar en la Tierra Prometida, nos da algunas pistas importantes.

El desierto no era solo un retraso; era una escuela. En este «curso intensivo», Israel aprendió a confiar en Dios para el pan de cada día (el Maná), obtuvo agua de rocas improbables e incluso protección contra enemigos poderosos (muchas veces de forma milagrosa). Dios usó el desierto para moldear el carácter de Su pueblo, enseñándoles dependencia, obediencia y fe.

El desierto también sirvió para purificar a Israel. Las dificultades y desafíos removieron de entre ellos a aquellos que dudaban y resistían, preparando una generación que entraría en la Tierra Prometida con fe renovada y compromiso con Dios.

De manera similar, nuestros «desiertos» personales pueden ser tiempos de crecimiento espiritual intenso. Nos enseñan a confiar más en Dios que en nuestras propias fuerzas. También pueden revelar áreas de nuestras vidas que necesitan purificación y entrega. Pero no tengas dudas, porque aunque el desierto parezca solitario y difícil, Dios promete estar contigo, guiándote y enseñándote mientras lo atraviesas.

En Acción:

Encuentra un lugar con arena, como un parque o una playa. Escribe en la arena los problemas que has estado enfrentando. Haz una oración entregando esos problemas a Dios. Luego, cubre lo escrito con más arena. Así como fue fácil «borrar» lo escrito en la arena, recuerda que Dios puede «borrar» esos problemas de tu vida también, después de todo, ¡nada es imposible para Él!