31 marzo | Adolescentes
«Concede, pues, a tu siervo un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo y discernir entre lo bueno y lo malo.» 1 Reyes 3: 9
Imagina que, en un sueño, Dios se aparece ante ti y te dice que puedes pedir cualquier cosa. ¿Qué elegirías? ¿Un nuevo videojuego? ¿Un teléfono celular más moderno? ¿Ser famoso? ¿Tener mucho dinero? ¿Una casa en la playa? Es difícil elegir solo una cosa, ¿verdad? ¡La Biblia cuenta que Salomón, el hijo de David, vivió algo así! Dios le preguntó qué quería, ¿y sabes qué respondió Salomón? Pidió sabiduría y discernimiento para ser un buen líder para el pueblo de Israel: «Concede, pues, a tu siervo un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo y discernir entre lo bueno y lo malo». ¡Dios se complació tanto con la solicitud de Salomón que lo convirtió en el hombre más sabio del mundo!
La Biblia, en Santiago 4: 3, dice que a veces pedimos cosas a Dios y no las recibimos porque pedimos mal. Lamentablemente, muchas de las cosas que pedimos a Dios son para satisfacer nuestros deseos y caprichos. Dios dio sabiduría a Salomón no solo para bendición de sí mismo, sino para que, por medio de él, todo el pueblo de Israel sea bendecido. ¡Que hagamos peticiones así: para bendecir no solo nuestra vida, sino también la de otras personas!
En Acción:
Toma un trozo de papel y escribe en él una petición especial para Dios, algo que pueda ser de ayuda no solo para ti, sino también para las personas que te rodean. Puede tratarse de pedir sabiduría para tomar buenas decisiones, bondad para ser un buen amigo, o valentía para ayudar a los demás. Guarda ese papel dentro de tu Biblia, y cada vez que lo veas, recuerda orar por este pedido.