1 enero | Jóvenes

El árbol de la muerte

«Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás» (Gén. 2: 17).

¿Alguna vez has oído hablar del árbol más peligroso del mundo? Se conoce como el «árbol de la muerte» o manzanilla de la arena, que crece principalmente en las playas de América Central. Su nombre científico es Hippomane mancinella, que proviene de las palabras griegas hippo, que significa «caballo», y mane, relacionada con «manía» o «locura». Este nombre fue dado por el filósofo griego Teofrasto después de observar que los caballos se volvían locos al comer el temible fruto.

Los científicos descubrieron que la savia lechosa de este árbol contiene forbol, un componente químico peligroso capaz de causar quemaduras en la piel. Si alguien busca refugio debajo de sus ramas durante la lluvia, puede sufrir graves erupciones cutáneas debido al contacto con la savia diluida en el agua.

Sin embargo, la mayor amenaza del árbol radica en su fruta redonda, perfumada y sabrosa, que se asemeja a una pequeña manzana. Ingerirla puede causar vómitos, diarrea, dolor de garganta e incluso la muerte. Dado que es un veneno letal, los nativos solían usar esta sustancia en la punta de las flechas para cazar a sus presas.

La Biblia presenta otro «árbol de la muerte», llamado árbol del conocimiento del bien y del mal, que estaba en medio del jardín del Edén. Su fruto también era «agradable al paladar» y «atraía a los ojos» (Gén. 3: 6), pero tenía la capacidad de llevar al ser humano a la muerte eterna. Esto no significa que tuviera veneno ni nada por el estilo, ¡ni siquiera era una manzana! La presencia de este árbol suponía en verdad una prueba de obediencia a Dios.

Eva se separó de Adán y se acercó al árbol de la muerte. Después de entablar un diálogo con la serpiente, «tomó de su fruto, lo comió y se lo dio también a su marido, el cual comió igualmente» (Gén. 3: 6). La fruta le pareció agradable y vivificante. Pero poco sabía ella que ese momento de placer abriría las puertas al dolor, al sufrimiento y a la separación.

Hoy en día, Satanás sigue ofreciendo frutos «hermosos» y «dulces» que prometen una dimensión superior de existencia. La tentación suele venir envuelta en entretenimientos e ideas que cautivan los sentidos y fascinan la mente. Por eso, nunca dialogues con el tentador, como hizo Eva. Frente al pecado, lo mejor será siempre huir, como hizo José (ver Gén. 39: 11-12).