6 enero | Jóvenes
«Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matara cualquiera que lo encontrase» (Gén. 4: 15).
¿Te imaginas si hubieras sido marcado para morir? ¿Que alguien te persiguiera, por tierra y mar, forzándote a convertirte en un fugitivo por todo el mundo? ¡Con Caín, fue lo contrario! Dios lo «marcó» para que no tuviera que vivir protegiéndose todo el tiempo como un animal acorralado. Era una marca llena de gracia.
Esto es un poco diferente de lo que sucede con ciertas criaturas de la naturaleza. Los lagartos cornudos, por ejemplo, son reptiles pequeños pero hábiles en el arte de defenderse. Su marca distintiva es la «sangre en los ojos». Cuando son intimidados por algún depredador, la presión en sus globos oculares aumenta y sus ojos se vuelven rojos. Luego, rocían chorros de sangre en la dirección de aquellos que los amenazan para evitar su ataque. Este mecanismo de defensa facilita la supervivencia de la especie.
Caín no tenía esa sangre en los ojos. De hecho, no sabemos cuál era su marca. Él era un pecador, como tú y yo, necesitado de la gracia y misericordia de Dios. Sabemos que llevaría en su cuerpo una marca por el resto de su vida, y las personas que lo encontraran fácilmente lo identificarían. Sin embargo, más importante que discutir cómo era esa marca es entender para qué la destinaba Dios. La Biblia dice que era una marca de protección. Dios la utilizó para salvar la vida de Caín y protegerlo de posibles justicieros interesados en vengar la muerte de Abel, su hermano. Caín fue maldecido por el crimen que cometió; la marca lo protegía del odio resultante de su situación.
Con esta marca, Dios quería enseñar a todas las generaciones después de Caín que no es la venganza la que trae justicia, sino la gracia divina (ver Sant. 1: 20). La venganza engendra más venganza, la violencia genera más violencia. Sin embargo, el amor produce vida, y el perdón cubre una multitud de pecados (1 Ped. 4: 8). Nadie, por injustamente tratado que haya sido, debería creer que hacer justicia por sus propias manos es un camino seguro.
Así como lo hizo con Caín, Dios también quiere protegernos del odio y la venganza de personas malintencionadas. La marca de Caín es una motivación para practicar la misericordia con aquellos que se equivocan, para confiar menos en nuestra propia justicia y más en la justicia del Señor.